¡Nos vamos de concierto!

Hoy, 24 de febrero a las 19:30, hemos ido al Auditorio Nacional de Música de Príncipe de Vergara. 


Tocaba la Orquesta Nacional de España dirigida por el alemán David Akfham. Además, tuvimos la oportunidad de ver un solo de piano de Martín García y un solo de violín a manos de Javier Comesaña.

        

Las obras tocadas fueron las siguientes:

  • Maurice Ravel: Menuet antique
  • Fryderyk Chopin: Concierto para piano y orquesta nº2, en fa menor, op. 21.
    • Maestoso
    • Larghetto
    • Allegro vivace
  • Serguéi Prokófiev: Concierto para violín y orquesta nº1, en re mayor, op. 19.
    • Andantino
    • Scherzo. Vivacissimo
    • Moderato. Allegro moderato
  • Claude Debussy: La mer
    • Trés lent - De l'aube à midid sur la mer
    • Allegro - Jeux de vagues
    • Animé et tumultueux - Dialogue du vent et de la mer
Estábamos situadas en el segundo anfiteatro, en la fila 7.



La distribución de la Sala Sinfónica sigue la tradición de las grandes salas de conciertos europeas (escenario, órgano, butacas), aunque cuenta con una modelación geométrica fraccionada en terrazas para dar una visibilidad total.

Nada más entrar, llama la atención el órgano y las cuatro lámparas. Dicho órgano es uno de los más extraordinarios de la historia de España, y fue construido por Gerhard Grenzing.

Las butacas son de color beige, a juego con la sala, y tienen el recubrimiento de madera. 
El techo es de madera oscura, y crea unas formas muy bonitas que transmiten movimiento a la vez que serenidad. 
Esto se debe a que la madera es fonoabsorbente y permite el control de la reverberación que se produce en el interior de una estancia. 



Respecto a la disposición de la orquesta, el orden era el siguiente (de izquierda a derecha y de abajo a arriba):

Director y solista.
Violines 1, violines 2, violoncellos, violas, y detrás de estas,  contrabajos.
Arpas entre violines 1 y 2. A su derecha flauta, flautín, flautas traveseras, clarinetes y fagot. 
Detrás de las flautas, fagotes y oboes. A su derecha, trompas y trompetas.
Percusión, y a su derecha trombones y tubas.

Se observa que los cellos y las violas están intercambiadas, y que viento metal ocupa una parte de la percusión.


No compartían atril, lo que dificultaba a todos los músicos a la hora de pasar la página, aunque lo hacían casi de forma imperceptible.

El director no llevaba mascarilla, y el solista también se la quitaba. Había mamparas entre los integrantes de viento madera y viento metal, pues tampoco pueden llevar mascarilla para tocar sus instrumentos. Además, el director al saludar al concertino lo hizo con el codo. Tiempos de pandemia...

Después de que el solista de piano terminara, el público aplaudió efusivamente, salió numerosas veces a saludar, le dieron un ramo y tocó dos bises, algo que nos sorprendió gratamente.
Sin embargo, el solista de violín sólo hizo uno, pese a que el público siguió aplaudiendo.

Me llamó la atención que el solista de violín tuviera tan solo 22 años y el pianista 25, aunque ambos laureados en concursos internacionales. Luego, leyendo las notas al programa vi, bajo el titular de "Eterna juventud" que se apuesta por el joven talento de nuestro país, acompañado de una cita de Aristóteles en su Retórica, que viene a decir que los jóvenes tienen fuertes pasiones y exaltadas ideas, que aman el honor y la victoria, y que su vida transcurre en la expectativa, la cual apunta al futuro. 

El solo de piano me gustó, el de violín me aburrió un poco, y luego la parte en la que la orquesta tocó La mer de Debussy, me encantó. No sé si es por mi ligación con el mar, aunque el autor se inspiró en los paisajes marinos de la pintura y literatura más que en los reales, algo que me pareció muy curioso por ese movimiento que logra en sus composiciones, a partir de una inspiración estática de la pintura, incluso imaginada en el caso de la literatura. Me parecieron composiciones con una enorme armonía. Los tres nombres de los movimientos me han parecido muy poéticos, y han recreado sensaciones en mí, al igual que los propios movimientos.


Desde el amanecer hasta el mediodía en el mar, me transmitía cómo iba despertando el mundo a medida que iba pasando el tiempo, comenzando suave, al amanecer, donde todos están dormidos, hasta llegar al tumulto de la gente en el día a día.

En ese juego de las olas, he sido capaz de visualizar ese juego, a veces más lento, a veces más tenso, un juego de remolino, a veces de tormenta. A veces un movimiento suave, idílico, mágico, con campanillas de fondo; otras un movimiento que va in crescendo.

En el diálogo del viento y el mar, he podido imaginar perfectamente el diálogo entre los "dos personajes", un formato de pregunta respuesta que proporcionaban las diferentes familias de instrumentos, dependiendo de si eran más agudas o más graves. A veces era un diálogo correspondido, otras veces parecían estar en desacuerdo, y este se volvía más fuerte.


Debussy escribió lo siguiente: “Aquí estoy de nuevo con mi viejo amigo, el mar; siempre está bello. Es realmente el elemento de la naturaleza que hace estar mejor que en el lugar de uno. Sin embargo, la gente no lo respeta suficientemente... No debería estar permitido bañarse en él a esos cuerpos deformados por una vida de trabajo diario: esto es suficiente para hacer que los peces lloren. En el mar debería haber sólo sirenas y como supones, ¿aquellos estimables seres consentirían regresar a las aguas frecuentadas por tan baja compañía?”. 
En conclusión, una gran exaltación al mar como elemento natural y como marinero que quería ser Debussy.

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